En Petra nos quedamos en el hostal Valentin Inn, un lugar muy pintoresco con un linda vista de Petra. Salimos temprano con George que nos llevó a la parte histórica de Petra (donde obviamente se paga entrada: 20 dinares jordanos, que son 20 euros). Es desierto y hace mucho calor, y el sol está fuerte (Nacho se hizo el vivo y no se puso protector y quedó bien gracioso, se quemó con la marca de la mochila!).
Nos caminamos todo Petra e incluso hicimos la subida de 800 escalones para ver el Monasterio. Recorrimos el Tesoro, la calle de las fachadas, algunas otras tumbas y el Monasterio. Pasamos mucho calor, pero valió la pena. Es realmente impresionante imaginar que una sociedad haya vivido en ese lugar que es practicamente una obra de arte (los nabateos). Lo que es bastante triste es la cantidad de niños que hay trabajando adentro del parque (no hay otra manera de definirlo más que trabajo infantil). Vendiendo cosas (piedritas igual), paseando gente en burro, en mula, en camello... lo más extraño (o no tan extraño) es que eso se de adentro de algo que es Patrimonio Mundial para la UNESCO... esto no debería pasar ahí ni en ningún lado. Me dejo con un gusto bastante amargo de Petra.
Después de caminar mucho arrancamos para Amman. Llegamos al hostal (donde nos esperaba nuestro amigo Alí con nuestras valijas) para tener una noche media movidita. Primero nos enteramos que (contrario a lo que pensábamos) en el vuelo del día siguiente a Estambul solo podíamos llevar una valija de 20 kgs (todos teníamos muchísimo más, mucha cosa acumulada de Nepal). Después Andrés que ya se venía sintiendo bastante mal, terminó en el hospital de Jordania con un cólico nefrítico... le dieron calmantes y recién en Estambul mejoró del todo (después de visitar un hospital ahí!).
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