miércoles, 28 de octubre de 2009

Moscu

El trayecto San Petersburgo-Moscú fue mortal. Más de 14 horas en un ómnibus muy incómodo, de asientos poco reclinables y con poco espacio para las patas (después de hacer un testeo de los ómnibus para trayectos largos indios, nepalíes y rusos, puedo decir que los Copsa no están nada mal jeje). En el trayecto miramos unos dibujitos rusos estilo Tom y Jerry pero con una liebre y un lobo, muy sangrientos (más del estilo de los dibujitos de los Simpson) y violentos, y después para amenizar nos pusieron una película un poco más entretenida. Sin extenderme en nada vinculado al tema, les cuento que los problemas por el auto alquilado y la camioneta siguieron en Moscú, perdimos mucho tiempo haciendo llamadas, pero de a poco se fue encaminando.

La Plaza Roja es increíble, inmensa y preciosa, de día y de noche, pero fundamentalmente ni bien cae el sol. No esperaba encontrarme algo así (pese a los cuentos de Tata y Yaya). El encanto es la plaza misma y los edificios que la encierran. Su historia la hace muy interesante y pensar en lo qué vivió y significó un cambio político y social tan radical para Rusia y para el mundo.



Visitamos el Kremlim con los edificios de gobierno y sus iglesias. Estas últimas eran todas con las clásicas cebollitas, eran iglesias y capillas privadas de los zares y son muy exuberantes y cargadas de oro, en ellas están enterrados buena parte de los zares y las zarinas (todas las iglesias están llenas de tumbas!).


El subte de Moscú es un mundo aparte, fascinante. Dedicamos una tarde lluviosa a recorrer muchas estaciones. Todas tienen algo bueno. Aparentemente desde los primeros años comunistas se remodelaron y se fueron arreglando y decorando todas porque el subte es para el pueblo, y el pueblo tiene derecho a tanto glamur como los zares. Hay muchas estaciones con motivos bélicos como era de esperar, otras muy “finas” y otras muy modernas. Realmente todas las estaciones de metro que vi hasta ahora no le llegan ni a los talones a las estaciones rusas.







Todavía se notan las consecuencias de la explosión por la apertura al mundo y la transformación capitalista en la década del noventa, pero no se nota un intento de tapar la historia comunista. Los símbolos siguen ahí, los monumentos también, Lenin sigue congeladito en la plaza roja e incluso muchos aspectos del régimen se defienden con orgullo. Realmente es increíble haber visitado un país que probó un modelo socio-económico radicalmente diferente al dominante y que estuvo aislado del resto del mundo durante tanto tiempo, igual me hubiera gustado disfrutarlo un poco más (y bue, habrá que volver jeje).

La vuelta a Finlandia por suerte fue en tren desde Moscú (un viaje de 12 horas). Los camarotes eran chiquitos (las camas más chiquitas que las del camarote del barco) pero todo implicaba una mejoría respecto a los ómnibus que nos trajeron. La noche empezó con el festejo del cumple de Ceci, que fue una fiesta apretada y más bien linean (a lo largo del corredor del vagón) y tuvo como protagonista a la rusa a cargo del vagón que hizo sus mejores intentos para mandarnos a dormir (sin mayores frutos). Después dormimos un rato y nos despertó nuestra amiga la rusa para decirnos, mediantes señas, que fuéramos a lavarnos la cara porque estábamos por llegar al puesto fronterizo e iban a subir los funcionarios de migración rusos a pedirnos pasaportes. Nadie se levantó y la próxima vez nos despertaron los funcionarios rusos que seguramente se divirtieron con nuestras caras de dormidos y nuestros pijamas. Después subieron los finlandeses que se divirtieron otro rato y seguimos viaje.


En el camping de Helsinki ese mismo día nos rencontramos con Andre y Nacho. Los extrañamos y sobre todo fue muy difícil tratar de entre todos arreglar el relajo que se había armado con la camioneta sin estar todos juntos. Igual me quedo contenta porque lo supimos llevar y la camioneta salió golpeada pero fortalecida. Almorzamos en Mc Donalds todos juntos, aprovechamos a mandar mails y nos preparamos para la asamblea con la generación (por nuestro tema y por las otras camionetas que nunca recibieron sus camionetas). Cambió la suerte: nos avisaron que al día siguiente llegaba a Helsinki la Senic en reposición de la que quedó chocada en Inglaterra, también nos avisaron que nos entregaban nuestra tan ansiada Trafic el 3 de setiembre en Berlín y nos enteramos que con el auto alquilado no podíamos ir a Europa del Este por el seguro (al principio fue un bajón porque nos perdíamos esa parte de Europa o los integrantes de la camioneta nos repartíamos en otras camionetas para seguir) y decidimos ir a Noruega que nos había quedado pendiente (en general solo la gente que no va a Rusia fue a Noruega). Al fin salió algo bueno de todo este relajo… el cambio de itinerario realmente valió la pena!


San Petersburgo

Después de muchas horas de viaje, varias horas en la frontera (no son fáciles los rusos), llegamos a la ansiada noche en hotel en San Petersburgo (a esa altura ya estábamos todos hablando de la colchón no inflable que íbamos a tener, la ducha con agua caliente ilimitada y obviamente del desayuno de la mañana. La llegada a Rusia, y toda la estadía, se vio empañada por los problemas con los autos alquilados y con la camioneta que nunca nos entregaron. Ni bien entramos en el hotel nos avisaron que había llamado Martha (quien está a cargo, pero no está a cargo, de la rifa en Montevideo) para avisar que Cachi estaba requerido por la interpol porque no había devuelto el auto alquilado que teníamos desde el choque a la salida de Londres. Chan… ahí empezaron las llamadas, Renault, la aseguradora, Assist Card, Martha… Todo fue cayendo en su lugar, pero no sin muchos problemas, discusiones, puteadas, reclamos y muchas horas perdidas encerrados en el hotel o en algún Mc Donalds o Sbarro con internet gratis… el relajo siguió en Moscú y no terminó hasta la vuelta a Finlandia (terminó por decirlo de alguna manera, todavía hoy en noviembre quedan cosas por resolver).

Más allá de los problemas, la visita a Rusia valió la pena, aunque nos quedó pendiente disfrutarlo un poco más y mirarlo sin todos los problemas que había en el medio y las pocas horas de sueño que teníamos arriba por todas las noches que pasamos escribiendo mails, peleándonos con alguien y haciendo llamadas (la diferencia horaria dificultó mucho la comunicación con Montevideo).

Los rusos son toscos, las rusas preciosas, pero los rusos dejan mucho que desear. Hablan poco inglés y no son amables, pero no por no ser amables, sino porque son así, no hay introducción de “hola, qué tal?” cuando van a hablar y difícilmente escuchas algo parecido a “de nada”.

En Rusia todo es grande, o mejor dicho inmenso, las plazas, las avenidas (no intenten cruzar sin semáforo, ya probamos), los edificios, el hotel (entre el ascensor y nuestra habitación en el hotel teníamos 260 pasos). Todo enorme, sin duda piensan en otras dimensiones que las que conocemos, en dimensiones de imperio. Esto se repite en todo lo que tiene historia de zares y todo lo construido durante los gobiernos comunistas después de la revolución.

Rusia es un país bélico, su historia lo hace bélico. Todo está vinculado a alguna guerra, a Napoleón, a los Alemanes (no se habla de la segunda guerra mundial, sino de la guerra con los alemanes) o a la amenaza permanente durante la guerra fría en el siglo pasado. Todos los rusos tienen alguien que murió en la guerra contra los alemanes (combatientes o civiles víctimas de la invasión alemana), eternos héroes, a quienes dedican miles de memoriales, fechas y desfiles militares. La guerra y sus consecuencias son tema cotidiano. Los militares (o policías, no se nota mucho la diferencia primera vista) son comunes en las calles, las decoraciones, los edificios y los monumentos bélicos son moneda corriente y no distorsiona, es algo que se digiere con naturalidad por la historia misma.

Un detalle pintoresco. Una pareja cuando se casa, hace una especie de sesión de fotos con familiares y amigos en algunos monumentos lindos de la ciudad, y recién después viene la fiesta. Le da un toque muy particular al paisaje urbano.

San Petersburgo no se queda atrás con ninguna de estas cosas. Todo es enorme y hay muchos monumentos a los caídos en las guerras o las victorias. Esta ciudad incluso cause una sensación mayor de lo “bélica” de la sociedad rusa. Fue invadida por Napoleón, pero resistió. Estuvo sitiada por tres inviernos en los que la ciudad se desabasteció de alimentos y agua, mucha gente vivió esos inviernos en el metro de la ciudad y se dice que las ratas se fueron en busca de comida y calor a las trincheras alemanas. Pero resistió y, ayudada y no a la vez, por los inviernos más duros de la historia de la ciudad, venció a los alemanes. Todo esto es orgullo de la ciudad y es presente. El metro de San Petersburgo es el más profundo del mundo (las escaleras mecánicas son increíblemente laaaaargas!) y hay dos estaciones que tienen unas pesadas puertas de hierro entre los trenes y los corredores, que están preparadas como bunkers nucleares y regularmente son abastecidas con comida para miles de personas (me queda la duda de que esto sea una especie de leyenda urbana). El nombre de la ciudad ha variado a gusto de gobernantes. Su nombre inicial y actual, San Petersburgo, hace referencia al zar que fundó la ciudad a imagen y semejanza de la Europa occidental (Pedro). Posteriormente, tras la muerte de Lenin, se la denominó Leningrado, pese a que el mismo no tenía mayor afinidad con la ciudad (incluso se dice que prefería varias otras antes que esta).



El primer día que paseamos por la ciudad, era domingo (de verano), y contando por arriba vimos unas 20 parejas de recién casados sacándose fotos por todos lados. Nos divertimos un buen rato con el tema, incluso más de uno de facultad se posicionó con los fotógrafos de la pareja para sacarles fotos.


En el par de días que estuvimos en la ciudad tratamos de visitar bastantes cosas y también de caminar la ciudad, aunque el tiempo no nos ayudó mucho (igual volver mojados a un hotel no molesta tanto como volver mojados al camping). Visitamos el Hermitage con los pomposos interiores de los palacios de los zares y una importante colección de pintores impresionistas y modernos, algunas iglesias con las clásicas cebollitas por cúpulas de la iglesia cristiana ortodoxa rusa y un memorial a los caídos en la guerra contra Alemania.

Pese a que esta etapa fue de extrañar porque nos separamos del resto de la camioneta en Estocolmo, también fue de reencuentro con buena parte de la generación. Algo muy divertido teniendo en cuenta que no estábamos todos juntos armando lio en el mismo hotel desde India. Si bien Rusia no fue el mejor lugar para haber tenido todos los problemas que tuvimos con la camioneta porque era muy difícil compensar el tiempo perdido, sí lo fue porque tuvimos mucho apoyo del resto y en estos momentos se nota que en este viaje no solo se conoce gente sino que también se hacen muy buenos amigos.






Helsinki

En Estocolmo no separamos en dos grupos, y aprovechando que no teníamos camioneta y teníamos dos autos, cada grupo se quedó con un auto (todo en regla, siempre con el titular del alquiler). Hubo división de bienes y a esta altura del viaje la separación del grupo ya es dura y se extraña. Andre y Nacho Correa se quedaron en Estocolmo, y Nacho, Cachi, Gabi y yo partimos a Finlandia para arrancar el viaje a Rusia (que no es en camioneta, sino en excursión).

Junto con una buena cantidad de camionetas de la generación cruzamos desde Estocolmo a Turku (Finlandia). El viaje duró más de 10 horas, pero se hizo muy corto porque teníamos un camarote para los cuatro con baño incluido (todo un lujo).


Cuando llegamos a Turku, como no teníamos gps (no nos había tocado en la división de bienes) nos juntamos con la camioneta de las “chicas y fede” y las seguimos, primero a un edificio de Aalto (esto fue todo el tiempo que le dedicamos a la arquitectura en Finlandia), y después al camping en Helsinki donde pasaríamos la noche antes de salir para San Petersburgo. En el camping se juntó toda la generación (todos los que íbamos a Rusia), nos recibió Marcel (el personaje que organiza la excursión a la peligrosísima Rusia en sus términos), preparamos los bolsos y dejamos los autos y camionetas.


Ese día hubo asado, sí sí, con muuuucha carne! Tanta que en el almuerzo comimos mucho y además cenamos. También hubo picada, pollo, cerdo y el asado estuvo a cargo de Santi y Matías que se ahumaron pero la rompieron porque todo quedó riquísimo. Después de semejante almuerzo, estando nublado (lo que hace muy tentador dormir en la carpa) salió una siesta de varias horas. En todos los viajeros se nota mucho cansancio de la vida de camioneta y nomadismo, algunas camionetas tienen muchos problemas, otras menos, pero igual todos felices con el viaje. Obviamente, a nadie le viene mal unas noches de hotel en Rusia jeje.



Esa noche en Helsinki fue muy fría, definitivamente estamos más cerca del círculo polar ártico, pasamos mucho frío. Al día siguiente, aprontamos las valijas, guardamos las cosas que no llevábamos en el auto, quedaron todas las camionetas y autos guardaditos, y nos acomodamos en los tres ómnibus que nos iban a llevar hasta San Petersburgo (el viaje estuvo eterno! Fueron como 12 horas).



martes, 27 de octubre de 2009

Estocolmo

Nuevamente tuvimos un cambio en el equipo para el trayecto. Juan se quedó en Copenhague a esperar a Sole que llegaba después que nosotros nos íbamos y como teníamos lugar (y no teníamos más remedio que llevarla, jeje, no mentira, fue un gusto) nos llevamos a Marti.

Europa está minada de molinos. Definitivamente, la energía eólica rinde. La situación del mercado petrolero, y la intención de buscar alternativas, seguramente expliquen su expansión que le dan un paisaje muy particular al viejo continente. Saliendo de Dinamarca vimos por primera vez los molinos en el agua… un paisaje digno de prestarle atención.


En Estocolmo nos recibió el hermano de Nacho Correa, Diego, su señora, Lorena, y su hijo, Leandro, y la mamá de Nacho, Beatriz. Así que llegar a Estocolmo fue familia y hogar, sobre todo para Nacho, pero también para todo el resto porque nos recibieron y albergaron cálidamente en su casa (básicamente sufrieron una invasión!). Nos recibieron con comida casera (cómo se extraña!!!), con un lavadero buenísimo para ponernos al día con la ropa sucia y no tuvimos más remedio que hacer un poco de vida de hogar.



No solo aprovechamos a hacer hogar, también paseamos un poquito por Estocolmo. Los días no ayudaron mucho porque llovió bastante pero igual dimos algunas vueltas. Por estos lados no son tan perfectos como yo me lo imaginaba, los suecos son prolijos y ordenados pero nada que sobresalga frente a otros países europeos. Compiten con los Holandeses, aunque creo que pierden pero no por mucho, en todo lo que es diseño. Hay diseño en todos lados, en las cosas que uno imagina va a haber diseño y en las cosas más simples.

Visitamos la Casa de la Cultura (donde nos entretuvimos un buen rato con una silla muy buena para leer y nos alimentamos en la inauguración de una exposición) y la biblioteca. Dedicamos una tarde a caminar la parte vieja de la ciudad, que tiene algo de otras ciudades europeas, pero tiene algo único y encantador, me gustó mucho.




Estando en Suecia no podía faltar una visita a Ikea. Es una empresa sueca que hace cosas para el hogar (muebles, textiles, utensilios… de todo) muy lindas (con mucho diseño por decirlo de alguna manera) y muy baratas. Hace falta algo así en Uruguay, pero probablemente nunca llegue porque el mercado es chico y además quién cambia regularmente el equipamiento de su casa?!


lunes, 12 de octubre de 2009

Copenhague

Entrando a Dinamarca, pasamos nuevamente la noche en un P. Esta vez el menú no fue tan importante como la noche anterior, pero los fideos con panchos a cargo de Andrés se lucieron. En este P, al igual que en todos los que venimos parando hasta el momento, había una estación de servicio muy bien equipada, por lo que de mañana antes de arrancar para Copenhague además de desayunar nos bañamos todos. Para los que preguntan por el tema, estas duchas en general son bastante prolijas y uno paga por el uso (a veces pagamos una vez y la compartimos y a veces hay que pagar cada vez que se usa y tiene un tiempo estipulado de agua, algo así como 4 o 5 minutos). Estas duchas resultan muy útiles durante el viaje y es muy cómico, entrar a la estación de servicio a las 9 de la mañana en pijama y chancletas con la toalla a pagarle al cajero para usar la ducha!!


Cuando llegamos a Copenhague fuimos derecho al camping pero llegamos unos minutos pasadas las 2 de la tarde y era la hora de la siesta por lo que la recepción estaba cerrada. Aprovechamos para elaborar un almuerzo en el estacionamiento del camping mientras esperábamos que abriera la recepción (cocinar en los estacionamientos se vuelve casi una cosa diaria en el viaje). Después de instalarnos arrancamos para el centro para dar una primera vuelta por la ciudad, que buscaba ser media light pero terminó siendo una caminata importante.

*notese que los nenitos están cruzando con roja, algo que nosotros los uruguayos hacemos habitualmente pero que los europeos de estos pagos no entienden mucho (más de uno siguió nuestros pasos por pensar que se había puesto verde y casi le cuesta la vida).

Copenhague le debe buena parte de su encanto a los canales. Definitivamente el agua (ya sea en forma de canales o rambla) le da un toque muy particular a una ciudad. Capaz para nosotros los montevideanos es tan especial porque estamos acostumbrados a vivir en una ciudad con una rambla realmente linda (pocas ramblas de las que he visto en este viaje la alcanzan, y es un encanto que no tiene que ver con el color y la transparencia del agua, aclaro por las dudas).




Un punto muy particular de la visita a Copenhague fue la caída en Christiania... es una "experiencia" de los sesenta/setenta, donde se vive comunitariamente... me resultó muy agresivo o defensivo para ser una experiencia que intenta ser comunitaria (muchos carteles de no pictures y malas caras) pero seguramente algo de esto se deba a la deformación que probablemente sufrió desde su creación (o su planificación). Es algo así como tierra (o más bien bosque) de nadie en el medio de una ciudad super civilizada.

En términos generales Copenhague me pareció una buena composición de lo más “tradicional” y edificios modernos con mucha onda (mi vocabulario arquitectónico definitivamente no se amplía pese a estar rodeada de estos raros todo el viaje jeje).


Dinamarca me gustó mucho, al menos este pedacito que conocimos. Los daneses son muy amables y muy educados. Lo que sí, por ahora no voy teniendo esa sensación de perfección total que esperaba sentir por estos lados. Ya les contaré que me parecieron el resto de los países nórdicos.

Hamburgo

Después de cerrar la visita a Holanda con una breve pausa en Ámsterdam, en la que levantamos a Juan, arrancamos hacia el norte e hicimos nuestra primera parada en Alemania. De camino a Hamburgo pasamos la noche en un P y la verdad es que los P alemanes no están nada mal. La cena fue invitación de Nando que se estaba despidiendo de nosotros esa noche, un menú que no veíamos hacía tiempo: carne!!! El encargado de la preparación fue Nacho Correa que se pasó con una salsita con cebolla y vino espectacular. De acompañamiento salió puré de papas y huevo frito… la verdad que nada mal. Cenamos tranquilos y después armamos las carpas, cuando nos estábamos preparando para dormir (inflando colchones y esas cosas), pasó terrible BMW negro que paró, nos miró y se fue, era la policía pero aparentemente que nos vio demasiado listos para ir a dormir y no nos dijeron nada.



Antes de pasar a las horas que pasamos en Hamburgo, quiero hacer un breve comentario sobre el menú de esa noche y por qué era tan preciado y aún hoy (a mediados de octubre) se mantiene en el top 3 de las comidas de este viaje en camioneta. Obviamente son contadas las veces que este viaje comemos semejante cacho de carne! En nuestro caso era la tercera. La primera fue en Shanghai, como ya les conté, y la segunda y anterior a esta, fue en París. Sí, en París la carne no es barata y mucho menos si uno se sienta en un lindo y paqueto bolichito, pero después de que nos dijeran que nuestra camioneta estaba demorada, Renault nos invitó a desayunar y almorzar y luego pasarle la cuenta… efectivamente nos rompimos la boca, pero el pago se demoró por lo que hasta ahora que cobramos lo que habíamos gastado (algo así como 2 días de viático por cabeza) no era algo digno de ser festejado y mucho menos divulgado jeje. Así que ahora que lo recuperamos lo comparto con ustedes!



Hamburgo es una ciudad puerto, muy grande, así que unas pocas horas no dieron para mucho más que caminar por el centro y disfrutar de un rato de parques. Es la ciudad alemana con mayor ingreso per cápita y eso se nota en la gente, los autos y las tiendas. Donde no se nota mucho, y capaz tenga que ver con qué es una ciudad puerto, es en la limpieza de la ciudad, es bastante sucia. En definitiva, la breve pasada por Hamburgo, nos dejó con un montón de ganas de volver a Alemania por un poco más que unas horas.