Después de dejar nuestras valijas en el hotel de Delhi salimos rumbo a Nepal bastante más livianos. El aeropuerto de Delhi ya no es gran cosa, pero el aeropuerto de Kathmandú es muy similar a la terminal de ómnibus de Punta del Este: una construcción muy sencilla y chiquita de ladrillo, pero sin aire acondicionado y bastante más despoblada que la terminal en verano. El vuelo no estuvo tan mal, igual definitivamente Indian Airlines no es mi aerolínea preferida (una vez que ya habíamos liquidado los vuelos en esta aerolínea nos enteramos que tiene denuncias por falta de seguridad, zafamos!).
El hotel en el que nos alojamos en Kathmandu (Manang) queda en la zona de Thamel, lo que vendría a ser el distrito de “compras” de la ciudad, lo cual claramente a nadie le molestó mucho. Cuando llegamos al hotel nos recibió junto a la llave de nuestra habitación una cartita de la Minu diciendo que estaban en Kathmandú y se iban al día siguiente. Al rato de estar en el hotel, aparecieron la Minu, Mery y Guzmán! Toda una emoción! Estuve dando unas vueltas con ellos pero lamentablemente fue un ratito y ellos al día siguiente ya salían temprano para Delhi.
En Kathmandú se respira un aire distinto al de Delhi. Evidentemente no se trata de una ciudad en mejores condiciones que Delhi, ya que hay muchísima pobreza y gente viviendo en condiciones realmente inhumanas, pero el “humor” del nepalí es muy distinto al del indio. Es cierto que en la zona en la que anduvimos no había tanta gente durmiendo en la calle, sí un hacinamiento considerable y el transito es aún más incivilizado que en India (esto último requiere un comentario aparte). Por ejemplo, tienen serios problemas de energía por lo que todos los días hay cortes de luz de 4 horas: el hotel se quedaba sin ascensor, no andaba el aire acondicionado y era bastante difícil conseguir bebidas frías (ni hablemos de un heladito).
La modalidad en Kathmandú fue de excursión mezclado con algún otro paseo nuestro, sobre todo ya que al estar en el grupo que se quedó más días en Nepal (un grupo se quedó 4 días y otro 6, nosotros estábamos en el último), tuvimos varios días libres. El primer día con la excursión visitamos un templo budista y un templo hindú. Fue muy interesante hacer estas visitas de corrido porque dio para comparar un poco y sacar algunas ideas más claras de estas religiones. El templo hindú resultó más accesible, las ceremonias las pudimos ver de cerca (incluso nos invitaron a “participar”), y si bien alrededor del mismo hay un mercado, no hay un montón de tipitos disfrazados de curas que te piden “one euro” por la foto. El templo hindú, fue bastante parecido a volver a Delhi, mucha gente “tirada”, mucha mugre (los monos bañándose en la basura del rio donde se llevan adelante las cremaciones, una escena nada agradable) y los tipitos disfrazados y pidiendo “one euro”. En Nepal hay un mayor porcentaje de budistas que en la India por los exilados Tibetanos, que igual son muchísimo menos que los hindúes. Capaz que esto explica algo de la diferencia en el aire que se respira en estos países.
El segundo día de visita guiada fuimos a Bhaktapur y Patan, las otras dos ciudades que quedan en el valle de Kathmandú (que está a 1.300 metros sobre el nivel del mar). El calor no ayudó a hacer las visitas amenas y el día se hizo bastante denso (al punto que pedimos para volver antes al hotel).
Nuestro primer paseo por fuera de la excursión fue a hacer rafting. El trayecto hasta el lugar desde donde salíamos fue todo un viaje, por eso que decía del tránsito nepalí (las rutas son 1.000 veces peores que la ciudad). Inicialmente acepté ir después de escuchar varias veces “nadie se cae Ceci”. Cuando llegamos se formaron los equipos (quedamos con Jose, Santi, Aga, Ceci, Sol y Vero) y nos empezaron a advertir qué hacer si nos caíamos y como evitarlo... acá desapareció lo gracioso del asunto y me entré a asustar! Cada “barca” tenía un guía que era de alguna manera el “timón” y nos decía “forward”, “faster, faster”, “stop”… pocas veces en mi vida había tenido tanto miedo… mirándolo desde ahora era bastante irracional, pero bueno eso es lo que tiene el miedo. Por suerte nuestra barca no se dio vuelta y nunca perdimos ningún integrante, igual, fueron una hora y media muy agotadoras. En el punto de llegada nos esperaban con el almuerzo: ensalada con atún y unos panes que no estaban nada mal. Después emprendimos el viaje de vuelta, ahí si nos podríamos haber muerto perfectamente (mucho más riesgoso que el rafting).
Cuando volvimos a Kathmandú de hacer rafting nos aprontamos para ir a pasar la noche y ver el amanecer en Nagarcot, una montaña a las afueras de la ciudad. De nuevo, el camino fue casi casi suicida, una “ruta” muy angosta, en subida y al borde del precipicio. El hotel donde nos quedamos estaba prolijo y el amanecer fue muy lindo, aunque la falta de visibilidad no nos dejo ver todo lo que había para ver.
El segundo paseo que nos procuramos nosotros fue ir a Chitwan, una reserva natural ubicada en una zona selvática. No era muy lejos de Kathmandú, unos 200 kms, pero el viaje llevó casi 6 horas, en un bondi sin aire acondicionado y en el que no había lugar para todos. Cuando fuimos a subir al bondi, el tipo de la agencia en la que habíamos contratado el paseo nos dice “no hay lugar para todos, algunos tienen que ir en el techo”, si si en el techo! Los nepalíes suelen ir en el techo, pero obviamente nos negamos, seis horas en el techo al rayo del sol era una locura, así que algunos (los últimos en anotarse) fueron en ómnibus local. Por suerte dormí buena parte del viaje porque fue todo subidas y bajadas al borde del precipicio en rutas angostas que cada vez que venía algo de frente temblabas pensando cual marcharía para abajo. Cuando llegamos hacía MUCHO calor, pero MUCHO calor (vean la foto de la vela derretida por favor!). El hotel consistía de unas cabañas muy precarias, sin aire acondicionado y que tenían mosquitero en la cama (por algo estaba así que lo usamos como correspondía). Tenían ventiladores pero que se cortaban junto con la luz. En este caso todo lo eléctrico funcionaba a generador que se apagaba de noche… así que la dormida estuvo bien linda se podrán imaginar. Ni bien llegamos algunos se fueron a pasear en canoa (viendo mi experiencia en el rafting preferí obviar esta actividad) y después se bañaron con los elefantes (el baño duró hasta que llegaron los cocodrilos). De noche tuvimos un espectáculo de danzas tradicionales de los nepalíes que estuvo muy divertido. Al día siguiente nos levantamos temprano para el paseo en elefante. Los animalitos están bastante maltratados por lo que dan un poco de lástima, pero después nos explicaron que en realidad ellos viven en un lugar en el que no hay pasto por lo que les encanta el paseo (cada dos minutos paran a comer!). El paseo en elefante incluyó rinocerontes, siervos, muchas arañitas, problemas intestinales de algunos elefantes y un considerable enojo del elefante que nos estaba llevando… de lo más entretenido.
Como decía el transito en Nepal requiere un comentario aparte. El transito es fundamentalmente de motos, bicicletas, minivans y ómnibus. Hay algunos autos pero la mayoría son comerciales. La principal señal para manejar es la bocina: todo se indica con la bocina. Es increíblemente insoportable y muy difícil de creer que la gente pueda vivir así. En la ciudad es una gran masa de vehículos y peatones que circulan por la calle (no hay veredas). Las rutas son todas muy angostas y entre montañas y circulan principalmente ómnibus y camiones… les dejo un video representativo.
Ahijadaaa !!!!!!
ResponderEliminarQué hacés arriba de ese elefantee ??
Un beso grande, sin desperdicios los videítos !
Cuídense mucho y mañana le avisamos a Nacho que Nacional le ganó la final a Defensor !!
Beso enorme, los extrañamos,
Quique