De a poquito nos fuimos yendo del mundo desarrollado. El viaje a Beijing fue un vuelo espectacular en Japan Airlines que casi compensó la noche en el aeropuerto. En Beijing nos esperaban tres ómnibus del hostal que nos trasladaron al International Hosteling donde nos quedamos nuestros 4 días en Beijing (por suerte, ya que seguramente la salida del aeropuerto hubiera sido 10 veces más complicada que la salida del Narita, Tokyo).
Ya no estábamos en Japón, sin duda. No todo el mundo habla inglés. La señalización no ayuda. El desorden del tránsito y la no-perfección de la ciudad nos acercaron un poquito más a Uruguay. Hay cuatro cosas que de alguna manera caracterizan la visión de China que Me quedó de nuestra visita: mercados, inmensidad, olor y movimiento/avance.
Para arrancar nuestra visita a Beijing ni bien llegamos salimos a hacer un reconocimiento de la zona donde nos estábamos hospedando, con una parada obligatoria en el mercado más cercano. El "mercado" (denominación genérica para una serie de lugares que funcionan de manera muy similar en este país) consta de varios pisos cada uno de los cuales está designado a una clase de artículos particular y es una especie de burbuja en la cual (sin faltar las fallas de mercado, en especial, fuertes asimetrías de información) funciona la libre competencia. Otra característica no menor es que las vendedoras (si, en su mayoría mujeres, muy insistentes y groseras, que a diferencia de cualquier japonés te agarran de la mano y no te sueltan con tal de que les compres) son multilingües (no bilingües, multilingües). Pongamos un ejemplo, el precio de una remera puede empezar en unos 400 yuanes (o juanitos para muchos del grupo) y con algunas frases mediantes como "mila amiga", "finito 50" o "muy balato", y algún manoteo (calculadora mediante) la remera termina saliendo unos 30 yuanes. Cuando uno finalmente llega a un precio (que en mi opinión es aquel que estamos dispuestos a pagar) y concreta la transacción se siente sin duda robado, afanado... definitivamente se podría haber regateado más y probablemente más tarde encuentre a alguien que compró lo mismo más barato. Igual me quedé bastante contenta con los precios que conseguí y supe hacer lucir mis dotes genéticos (heredados de yayita) de ser dura en el regateo... igual nada de esto evitó que me sintiera robada más de una vez. Además de esta primera visita al mercado, que culminó con una característica comida agridulce, en el piso del mercado asignado a la comida, tuvimos otras a este mismo y al más nombrado Mercado de la Seda. Resultado: muchas compras, muchos regalos, sobrepeso, nueva valijita para las compras y futuros envíos por correo a Montevideo. Y obviamente todos saben que quedo muy contenta con las compras jeje
El segundo día nos pusimos las pilas y empezó con una visita a la Ciudad Prohibida. Acá empezamos a sentirnos hormigas: todo es inmenso y todo es multitud. La multitud en el metro es similar a la japonesa, pero no igual, se nota otra diversidad, ya no predominan los hombres de traje y las mujeres hiper producidas, y hay niños (si bien era domingo, todas estas cosas las confirmé en los días siguientes). La visita de domingo a la Ciudad Prohibida fue multitudinaria, a pesar de lo inmenso de esta joya histórica, los chinos estaban en todos lados! hasta abajo de las piedras! La Ciudad Prohibida es un ícono indudable de la China como imperio, como potencia, como poder. Confirmando mis expectativas, me sentí una pequenísima hormiga! Más tarde visitamos la plaza de Tian Amen, de nuevo, inmensa! A los pocos días tuvimos la suerte de llegar a ver la ceremonia de cambio de guardia en la plaza y estuvo muy interesante. También visitamos el Templo del Cielo, un parque enorme metido en el medio de la ciudad dedicado exclusivamente al cielo, donde antiguamente se dedicaban ofrendas al cielo para ayudar a las cosechas. Finalmente, y lo que terminó de cerrar mi idea de inmensidad (y de que somos pequeñas hormigas!), fuimos a la Muralla China! Por más que uno ya se imagina que es inmenso… es realmente inmenso!! Primero entramos por una parte bastante “turística”, llenita de chinos, y después caminamos hacia una zona más vacía que a pesar de que era más empinada la caminata (y por eso no había nadie) valió la pena para apreciar un poco más ante que estábamos parados.
Los chinos no son limpios, y esto no es en comparación con nuestros pulcros amigos japoneses, sino que no son limpios ante ningún estándar. Además de escupir normalmente en la calle, los chinos tienen olor. En el metro hay olor, olor a sucio. Ni hablemos del olor que había en la Muralla China! En todos los rincones había olor a pichi (tal cada rincón de la fortaleza de Santa Teresa) y definitivamente la concentración de chinos hacía bastante insoportable el olor. Esta, además de buscar un poco de tranquilidad, fue una de las razones que nos llevaron a buscar un lugar más tranquilo.
Hay muchas cosas que le dan a uno la idea de que China está en movimiento. No sé si sería correcto hablar de que está avanzando en términos generales porque muchas cosas no lo están pero bueno, se está moviendo, algunas cosas avanzan y otras quedan medio rezagadas. El metro está muy mejorado, parece ser que el principal empuje lo tuvo con las olimpíadas pero se mantiene bastante bien (obviamente no hay el mismo mantenimiento que en Japón!). La Villa Olímpica y sus al rededores nos dan una mejor idea de lo que fue el empuje que recibió la ciudad para las olimpíadas de 2008. Entramos al Nido y al Cubo de Agua… realmente impresionante! Seguramente el año pasado era mucho más lindo y entretenido, pero al haber pasado recién un año desde las olimpíadas aún no se nota el abandono y hay mucha gente visitándolos. Hay otos dos edificios (u obras, en términos de mis queridos compañeros de viaje) que denotan el movimiento (y la inmensidad): la ópera y la sede de la CCTV de Koolhaas (aún en obra). Este último edificio está en el complejo donde estaba el que se prendió fuego a principios de este año (ahora están las ruinas), capaz alguno se acuerda.
En Beijing y en el medio de las visitas a esas cosas con mucha historia o muy modernas, visitamos un Hutong. Son barrios que en su momento se formaron con una estructura muy particular en el entorno de la Ciudad Prohibida (de acuerdo a la clase la ubicación en relación a la misma) y que constan de unas 4 o 5 casas que se encuentran centradas en un patio que funciona como hall de distribución. Las condiciones de vida en estas zonas es realmente horrible y casi ninguna casa tiene instalaciones sanitarias por lo que hay baños públicos (en una situación sanitaria preocupante). Coincidimos en que nos recordó a los conventillos y también en que a cualquier lugar que hubiéramos ido en esas condiciones en Montevideo no hubiéramos tenido una buena experiencia (acá paseábamos con las cámaras sacando fotos y no tuvimos ningún problema).
Antes de liquidar Beijing, dos cosas. Primero, les cuento como nos arreglamos con la comida. Siempre que nos dejamos estar y no planificamos nuestras comidas terminamos comiendo en Mc Donalds (previa aclaración “no picante”), incluso para hacer nuestra polentosa comida previa a arrancar con la pastilla de la malaria. Hicimos algunas comidas típicas, y aprovechamos a ahorrar un poco con los fideos deshidratados, que no están nada mal aunque no les vendría mal alguna salsa no tan picante. Segundo, el control con el tema de la gripe A fue más estricto que en Japón. Cuando llegó el avión a Beijing, antes de bajar nos tomaron la fiebre uno por uno con una pistolita apuntándote a la frente (si si, muy de menos). En nuestro vuelo por suerte pasamos todos, pero en el vuelo en que venía el resto de la generación agarraron a dos con un poquito de fiebre y los internaron por 3 días!! Un bajón pero por suerte no tenían la gripe A.
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