lunes, 27 de julio de 2009

Estambul

Llegamos a Estambul deseando encontrarnos con algo más cercano a occidente. Veníamos cansados de los árabes y cansados en general. Antes del viaje siempre me resultó muy graciosa la expresión “vacaciones dentro del viaje”, pero ahora entiendo… realmente se necesita llegar a un lugar donde todo lo que haya para hacer sea dormir, comer e ir a la playa. Pero antes de nuestras vacaciones en las islas griegas teníamos que disfrutar de Estambul (sí, suena raro jeje).

Estambul es una ciudad espectacular, una bonita “conjunción” de Asia y Europa. Es cierto que estábamos bastante deseosos de tener poco que ver con la parte asiática del asunto (sobre todo con los rezos musulmanes que emiten las mezquitas cinco veces al día), así que me parece que seguramente, si en algún momento vuelvo, seguramente la disfrute diferente. Si bien no nos quedó nada fundamental para visitar, la estadía en Estambul nos la tomamos más bien tranqui y no nos privamos de disfrutar unas buenas horas de caminata por sus callecitas.

El primer día, Andrés seguía sintiéndose muy mal, así que después de un agitado paseo en ambulancia visitó un hospital en Estambul. Por suerte fue la última visita médica, al día siguiente el problema quedó solucionado, y Andrés de a poquito fue llegando a 100%.

Nuestro hostal (Best Island Hostel) estaba en Sulthanamet, la parte “histórica” del lado europeo de Estambul y tenía una vista privilegiada de Santa Sofía y la Mezquita Azul (desde el cuarto y desde la terraza donde servían el desayuno). Desesperados por comida más “conocida” se puede decir que nos tratamos bien y volvimos a comer algo de carne y unos buenos panes que tanto extrañábamos.




La primera visita fue a Santa Sofía. Esta iglesia y posterior mezquita está siendo restaurada (desde hace mucho tiempo y aparentemente lo va a seguir estando por un buen tiempo) y en su interior tiene un edificio de andamios. Es realmente increíble como los mosaicos de la iglesia (que es buena parte de lo que está siendo restaurado) se mantuvieron en tan buen estado después de ser tapados por los musulmanes cuando se la convirtió en mezquita.



Al día siguiente visitamos la Mezquita Azul, en su interior es realmente hermosa. A diferencia de Santa Sofía, no es un museo y está en uso por lo que no se puede visitar en los horarios de rezo. El trabajo interior que tiene es realmente increíble, el detalle, los colores… precioso. Tengo que admitir que a esta altura del viaje me quedaban pocas ganas de visitar mezquitas pero valió la pena. Eso es algo interesante del viaje, si bien uno abre la cabeza y ve otras cosas diferentes… también se empieza a notar la intolerancia alimentada por el estar lejos, cansado, extrañando… nada que no permita seguir disfrutando, pero algo en lo que realmente no había pensado que nos iba a pasar.




La visita a esta ciudad turca (que aclaro no es la capital) también incluyó un paseo por Taskim, el Gran Bazar y el Bósforo. Taskim es la zona top de Estambul asiática, está llena de boliches, tiene muchísimo movimiento y una onda genial. El turco del hotel (un psicópata muy particular) la describió como “el New York turco”… digamos que no lo describiría así pero es cierto que tiene onda jeje. El Gran Bazar está interesante pero no tanto como esperaba porque su esencia seguramente la perdió cuando se volvió tan para los turistas. Ahí no hicimos compras pero con Gabi y Maite nos ingeniamos para encontrar otro mercado acorde a nuestra capacidad de pago (jeje) y con las cosas que buscábamos. El Bósforo es el canal que conecta el Mar Negro y el Mar Mármara. Le dedicamos un día entero, nos subimos a un barco que va paseando durante dos horas y te deja en un pueblito (realmente miserable que no tiene nada de nada) donde almorzamos y los chiquilines se dieron un baño en el canal.






El último día dedicamos unas cuantas horas (y unos cuantos dólares) a hacer un envío. En este caso no mandamos a Montevideo porque era demasiado caro y mandamos a Madrid a la casa de Juan (el hermano de Ale) y en octubre lo levantaremos por ahí. Esta vez fueron 16 kg… y sí, se acumula, entre alguna comprita y los regalos se acumula y nos quedaban dos vuelos low cost por delante en los que no podíamos tener más de 20 kg.

Para “festejar” la culminación de la parte del viaje de oriente y su satisfactorio desarrollo, y para festejar más aún la llegada de las vacaciones en las islas griegas, la última noche decidimos salir por una buena cena. Si bien toda esta etapa del viaje fue bastante cansadora, valió la pena y no me arrepiento de nada. Además de los lugares y las realidades bastante diferentes que conocimos, el mini-grupo de viaje resultó ser de lo mejor de esta etapa. Con Cachi y Gabi ya venimos de recorrer un trecho largo, lo que no hizo esta etapa menos disfrutable. Con Nacho Correa y Andrés nos queda buena parte del viaje, toda la camioneta, y esta etapa confirma mis expectativas de que vamos a pasar bien en la camioneta. Y a Maite y Ale vamos a tener que pensar una manera de mantenerlos cerca porque se van a extrañar (ellos están en otra camioneta).


Terminamos nuestra visita a Estambul sin Nacho Correa y con más ganas aún de llegar a occidente. A Nacho lo perdimos porque se “llenó” y se fue antes a las islas griegas a “descansar” y a ganar unos días para poder visitar Paris (estimando que no va a llegar para visitarlo al final del viaje). Queremos llegar a occidente de verdad. Estambul es sin duda muy Europea, pero aún así, los turcos tienen olor (definitivamente no usan desodorante por más empilchados que estén) y los cinco rezos al día cansan (y pueden llegar a resultar tenebrosos). La salida de Estambul hacia el aeropuerto nos llevó a nuestro primer encuentro con una Renault Trafic y todas las conjeturas sobre cómo iba a ser nuestro viaje en los siguientes cuatro meses cuando nos encontráramos con la nuestra (en ese momento aún teníamos la ilusión de tener una). También fue nuestra primera metida de pata con los horarios de los vuelos. Todos estábamos convencidos de que el vuelo salía a las 11:40 y cuando llegamos algunos tuvieron que firmar late check in y la doña de Olympic Airlines estaba de lo más enojada… y ahí caímos, el vuelo salía a las 10:05, casi casi lo perdemos.


viernes, 17 de julio de 2009

Petra

En Petra nos quedamos en el hostal Valentin Inn, un lugar muy pintoresco con un linda vista de Petra. Salimos temprano con George que nos llevó a la parte histórica de Petra (donde obviamente se paga entrada: 20 dinares jordanos, que son 20 euros). Es desierto y hace mucho calor, y el sol está fuerte (Nacho se hizo el vivo y no se puso protector y quedó bien gracioso, se quemó con la marca de la mochila!).

Nos caminamos todo Petra e incluso hicimos la subida de 800 escalones para ver el Monasterio. Recorrimos el Tesoro, la calle de las fachadas, algunas otras tumbas y el Monasterio. Pasamos mucho calor, pero valió la pena. Es realmente impresionante imaginar que una sociedad haya vivido en ese lugar que es practicamente una obra de arte (los nabateos). Lo que es bastante triste es la cantidad de niños que hay trabajando adentro del parque (no hay otra manera de definirlo más que trabajo infantil). Vendiendo cosas (piedritas igual), paseando gente en burro, en mula, en camello... lo más extraño (o no tan extraño) es que eso se de adentro de algo que es Patrimonio Mundial para la UNESCO... esto no debería pasar ahí ni en ningún lado. Me dejo con un gusto bastante amargo de Petra.




Después de caminar mucho arrancamos para Amman. Llegamos al hostal (donde nos esperaba nuestro amigo Alí con nuestras valijas) para tener una noche media movidita. Primero nos enteramos que (contrario a lo que pensábamos) en el vuelo del día siguiente a Estambul solo podíamos llevar una valija de 20 kgs (todos teníamos muchísimo más, mucha cosa acumulada de Nepal). Después Andrés que ya se venía sintiendo bastante mal, terminó en el hospital de Jordania con un cólico nefrítico... le dieron calmantes y recién en Estambul mejoró del todo (después de visitar un hospital ahí!).

Aqaba - Mar Rojo

Salimos del King Hussein Bridge y nos fuimos con George en una camioneta para ocho personas, ibamos un poco apretados pero al no tener las valijas no estaba tan mal. George resultó un jordano muy prolijo (no hay muchos! o al menos no conocimos muchos!) que nos cobró un precio razonable para llevarnos hasta Aqaba (donde nos íbamos a bañar en el Mar Rojo) y después a Petra donde pasábamos la noche y al día siguiente esperaba que visitáramos Petra y nos llevaba a Amman.

El camino a Aqaba fue básicamente por el desierto, bastante interesante pero aburrido a la vez. Hubieron momentos en que tuvimos una especie de tormentas de arena durante los que fuimos bastante despacio pero llegamos a Aqaba a una hora razonable para bajar a la playa del Mar Rojo.


En acaba bajamos en una playa pública al norte de la ciudad. Hacía muchísimo calor y había viento pero un viento sumamente caliente, hasta quemaba! El agua del Mar Rojo es muy salada, por supuesto que no se acerca al Mar Muerto pero es muy salada (lo que hace muy fácil flotar!). El color es espectacular y la claridad por supuesto que también. Estuvimos un rato en el agua y algunos hicieron algo de snorkel con un amigo jordano, según dice había unos corales espectaculares (parece que el Mar Rojo es uno de los mares con mayor fauna). El amigo nos contó, por suerte después de que ya nos habíamos bañado, que cerca de la costa hay tiburones (buenísimo! jeje). La entrada y la salida del agua estaban medias complicadas porque había un montón de piedritas.





La playa en sí era un escenario muy particular. Las mujeres están todas vestidas, se bañan todas vestidas (miren la primera foto abajo), de vestido o de jean igual, pero todas bien tapadas. Los hombre están igual que en cualquier playa de occidente solo que todo lo que hacen es mirar, sobre todo a nosotras que se podrán imaginar que practicamente estábamos desnudas bajo sus criterios. Después de un buen rato en la playa volvimos a arrancar viaje con George pero esta vez con destino Petra.

Jerusalén

Finalmente salimos para Jerusalén al día siguiente de lo planeado (el sábado). Fuimos en taxi hasta el puente King Hussein (frontera Jordania-Israel). Esta es la frontera del medio (hay tres puntos de cruce), que tiene fama de ser la más complicada, pero que nos servía más porque no perdíamos la visa de Jordania y además implicaba el menor desplazamiento.

Cuando estábamos entrando al puente un palestino con pasaporte alemán que tenía que hacer el mismo trayecto que nosotros (llegar a Jerusalén) nos preguntó a donde íbamos y se ofreció para ayudarnos con los trámites para cruzar. Resultó ser una especie de ángel porque con el cruzamos la frontera en 2 horas, mientras que solos nos hubiera llevado como mínimo 4 horas. Primero migración en Jordania, de ahí en ómnibus (pago por supuesto, como todo en estos países árabes) hasta la frontera Israelí. La frontera no es una línea definida como se dibuja en los mapas sino que es un árido trecho que no se puede recorrer caminando porque es territorio minado. Cuando llegamos a la frontera israelí estábamos por bajar del ómnibus y toda la gente que estaba esperando para entrar a las oficinas empieza a correr dejando sus valijas y todo ahí y nuestro ómnibus empieza a "volver"... la frontera cerró, si tenemos suerte, momentaneamente. En el momento tengo que confesar que quise volver para atrás y no cruzar nada, pero por suerte la frontera volvió a abrir. Ahí hicimos la "entrada" a Israel, tenemos sellado el pasaporte (no podemos entrar al Libano, etc... pero por ahora no está en nuestros planes)... del otro lado contratamos una camioneta con el amigo palestino que nos llevó hasta Jerusalén. Solo algunos vehículos están autorizados a atravesar este territorio que es palestino (el West Bank). Una vez en Jeruslén entramos a la ciudad vieja (que está amurallada, ya que siempre fue una ciudad blanco de invasiones) por el Jaffa Gate y nuestro amigo nos llevó casi casi hasta la puerta del hostal... un fenómeno.


El hostal era el Citadel Hostel, una construcción muy antigua (como en cuevas y muy oscura) con un espíritu super particular y una vista espectacular de la ciudad de Jerusalén. Disfrutamos mucho del lugar (pese a que tenía cosas complicadas como los baños, eran horribles) y nos resultó muy cómodo por la ubicación, porque tenía cocina y porque tenía wifi gratis. Desesperados por comida cacera, la primer noche nos hicimos unos fideos con queso deliciosos!! (estábamos muy desesperados por comida cacera). La segunda noche hubo un concierto de vientos en el techo que era en conjunto con otros "techos" de la ciudad donde se llevaba adelante otra parte del concierto.




Todo lo complicado para llegar a Jerusalén valió la pena. La ciudad como composición de las diferentes religiones (y sub-religiones) que conviven en ella y su historia la hacen super interesante (el hecho de que están todos y que están todos juntos) y emocionante a la vez. La ciudad vieja está dividida en 4 "barrios": judío, cristiano, alemán y armenio. Cada uno con sus callecitas y diferentes "estilos". Además mezclados en cada barrio están los diferentes "puntos" de cada religión, por nombrar algunos: los musulmanes con el Golden Dome (que no es una mezquita, es un monumento en conmemoración a cuando Mahoma subió al cielo) y la mezquita, los cristianos con la Iglesia del Santo Sepulcro (una iglesia que son muchas!) y la vía dolorosa, los judíos con sus sinagogas, el muro de los lamentos... es infinitamente densa la ciudad en cosas interesantes para ver y para tratar de entender. Al principio nos vimos un poco desbordados por todo lo que había, el segundo día hicimos un free tour caminando de tres horas que nos sirvió para entender un poco más todo. Nos faltó tiempo para conocer mejor la ciudad nueva, y también para la ciudad vieja... igual no creo algún tiempo particular menor a varias semanas de para sacarle todo el jugo a esta ciudad.




El último día Ale, Maite y Nacho Correa se fueron para Tel Aviv y Gabi y Cachi para Masada, pero con Nacho decidimos quedarnos porque estábamos cansados y nos quedaba bastante para ver de Jerusalén. Caminamos por el barrio musulmán, fuimos al monte de olivos y caímos de casualidad en la Basílica de Santa Ana que resultó ser una iglesia muy linda y con una acústica impresionante. Estábamos disfrutando de la tranquilidad y entró una excursión, lo que al principio nos amargó un poco, pero resultó que era un coro... realmente increíble. Un de los puntos más altos de Jerusalén pero también del viaje.




Las callecitas en sí son una de las cosas más interesantes, caminar por ahí sin rumbo, perderte, encontrar personajes super extraños (musulmanes ortodoxos, curas, monjas, rabinos, etc.). algo que nos llamó mucho la atención: es impresionante la cantidad de gente armada (pero armada con terribles pistolitas) en las calles. Según nos explicaron cuando a un militar o policía se le entrega un arma se le ordena que no la deje en ningún momento y así andan todos por la calle como si nada, para nosotros sin duda era algo muy llamativo.


El cansancio se empezó a sentir. Un par de días necesitamos alguna siestita (bien disfrutada en el Citadel Hostel) y occidente se empezó a extrañar...

La vuelta a Jordania no fue tan sencilla. Hasta la frontera fuimos en las mismas camionetas en las que llegamos. Ahí tuvimos que pagar la salida de Israel (US$ 40, la tienen clarísima) y teníamos que hacer una "cola". Los árabes no entienden el concepto de orden y había una cola pero era virtual porque la mitad de la gente se colaba, entonces nadie avanzaba! Pelamos un rato (gritos de "make the line" incluídos) hasta que, encargados y guardias de por medio, abrieron una cola solo para turistas y pasamos por esa (motivando severas agresiones verbales de los que quedaban atrás). De ahí de nuevo al ómnibus y a la frontera jordana donde nos entregaron los pasaportes (en los ómnibus el conductor viaja con los pasaportes de todos los pasajeros). Llegamos dos horas más tarde de lo planeado pero por suerte George, el amigo con el que habíamos hablado el día anterior para que nos llevara a Aqaba y Petra, nos estaba esperando (un fenómeno!).

miércoles, 15 de julio de 2009

Mar Muerto - Amman

La llegada a Amman (Jordania) significaba un cambio importante. Nos separamos del resto del grupo que salía al día siguiente para Turquía para emprender nuestro viajecito para Israel. En el aeropuerto de Amman nos encontramos con Andrés que venía desde Estados Unidos para unirse a esta parte del viaje y de los que ya veníamos nos abrimos Nacho, Cachi, Gabi, Ale, Maite, Nacho Correa y yo. En el aeropuerto nos despedimos del resto que seguía viaje, con quienes recién nos reencontraríamos en Paris con el retiro de la camioneta (y ahora mirado desde Grecia, un día antes de encontrarnos, se extrañó!!).

El viaje a Israel surgió en una charla con un viajero del año pasado, Agustín Dieste, que nos comentó que él había ido a Jerusalén y también nos contó de otra gente que había ido a Egipto desde Jordania. Primero intentamos cuadrar los días para llegar a Egipto, pero no daban y nos quedamos con Jerusalén, Petra y el Mar muerto.

El día que llegamos a Amman teníamos pensado salir inmediatamente para Jerusalén porque sabíamos que el cruce podía llevar un buen rato. Pero cuando llegamos al hostal donde íbamos a dejar las valijas (para ir más livianitos por el tema de que la frontera es complicada), el dueño del hostal (Alí, todo un personaje en esta historia) nos dijo que por ser viernes la frontera cerraba a las 13.00 hs y no llegábamos. Por suerte le hicimos caso, porque después confirmamos que los viernes y sábados cierra temprano. Viendo frustrados nuestros planes nos procuramos transporte (dos “taxis”) que nos llevaron al Mar Muerto del lado jordano.

El Mar Muerto es el punto más bajo de la tierra (unos 400 metros por debajo del nivel del mar) y el agua tiene un 30% de sal (frente a 3% en un mar estándar), lo que lo hace sumamente inhóspito. Sobre el Mar Muerto hay playa pero todo es muy árido. Jordania es básicamente desierto. Entramos por una especie de spa que además de la playa sobre el mar tenía unas piscinas (que al principio pensamos que no íbamos a usar pero después supieron ser muy útiles para sacarnos la sal). Primera cosa, en el mar muerto uno no se puede zambullir. El agua es una especie de aceite, en el que uno obviamente flota (muy impresionante!!! Estaba haciendo la plancha y no me podía parar!) y te arde TODO pero TODO. Una mínima lastimadura en un dedo duele y, en nuestro caso, las consecuencias de las diarreas de India se hicieron sentir. Después del baño salado, nos quedamos un buen rato en la piscina (lo que no estuvo mal porque hacía mucho calor, no tanto como en India, pero hacía calor).





Desde ahí volvimos a nuestro hostal (realmente tétrico, mugriento, tenebroso) donde cenamos comida jordana (era un arroz con pollo, nada muy raro) y nos acostamos temprano ya que al día siguiente salíamos para Jerusalén. Lo único lindo del hostal era la vista nocturna de Amman (que lo único que tenía lindo era su vista nocturna jeje).



Agra

Después de ver el amanecer en el Ganjes y dormirnos una merecida siesta, almorzamos un buen plato de arroz con queso (este menú se mantuvo por un par de días) y salimos para tomar el vuelo a Dehli. Por suerte ese fue el último vuelo de Indian Airlines. Cuando llegamos al aeropuerto de Dehli nos esperaban los ómnibus de la excursión para ir a Agra. Agra queda a menos de 200 kms de Delhi pero el trayecto llevó más de 6 horas… el tránsito en India también es complicado. Encima no hicimos ninguna parada a comer, así que la cena consistió en unas papitas lays. Igual se armó toda una discoteca en el ómnibus que estuvo de lo más divertida.

Al día siguiente de llegar a Agra salimos temprano para el Taj Majal, el motivo de nuestra visita a esta ciudad. No era el calor de Varanasi pero estaba cerca y encima había que caminar mucho al rayo del sol. El Taj Majal es realmente majestuoso y valió la pena derretirnos. El parque que lo rodea es muy lindo y el interior también es increíble, todo mármol tallado con un montón de detalles.


Cuando salimos, ya derretidos, volvimos al hotel a armar las valijas y descansar un rato después de volver a salir para Dehli (nos esperaban otras 6 divertidas horas de viaje). De camino a Delhi paramos en Fatehpur Sikri, una ciudad que tiene miles de años que fue abandonada por falta de agua (o por una maldición, depende de la versión jeje). El lugar era muy lindo pero lo más lindo fue que no había mucha gente, había sombra y había dispensadores de agua helada (todos nos dimos una linda duchita).

En el camino a Delhi hicimos una parada técnica en Mc Donalds, bajamos 80 monos a pedir comida y los indios respondieron bastante bien, cosa que no nos había pasado en otros lados, los mozos de los hoteles se volvían locos y las cadenas de mando y decisión los mataban (para pedir un cubierto había que confirmarle a 3 tipos diferentes).

La visita a India fue interesante, pero suficiente. Al menos de los lugares a los que fuimos. Sin duda India debe tener otras zonas o ciudades más lindas y que tal vez me atrapen más pero por ahora no va a ser un destino que se repita jeje. Una sensación bastante compartida por todos saliendo de estos lugares fue que Uruguay pese a tener sus cosas es un muy lindo lugar para vivir (se valora!).


lunes, 13 de julio de 2009

Varanasi

Después de nuestros felices días en Nepal, tuvimos que volver a la India. Ya estábamos más preparados que la primera vez. Sí en Delhi hacía calor en Varanasi fue aún peor. Bajamos del avión (vía escalera, obviamente nada de mangas) y nos abrazó un calor húmedo intolerable. En el aeropuerto de Varanasi (donde no hay aire acondicionado) nos tomaron la fiebre uno por uno con un termómetro en el oído (nada de pistolitas chinas) y en el grupo anterior quedó uno internado por un par de días porque tenía fiebre y después se sumó a nuestro grupo.

Llegamos al hotel y al ratito salimos rumbo al Ganjes a ver el atardecer y la ceremonia que se lleva adelante en esa hora del día. Por el tráfico que hay a esas horas en la ciudad, y en especial en las cercanías del Ganjes, fuimos en bici-taxis (ahora no me acuerdo del nombre!!). Fue toda una experiencia! En la calle había autos, motos, bicis, mucha gente y las infaltables vacas sagradas. Cuando llegamos vimos las cremaciones (donde no se puede sacar fotos) y la ceremonia desde un barquito (grande pero a remo). A pesar de haber estado ahí como hasta las 9 de la noche el calor era insoportable! (lo que se repitió cuando fuimos a ver el amanecer a las 5 de la mañana).



Al día siguiente volvimos al Ganjes pero a ver el amanecer. Esta vez fuimos en ómnibus ya que no había tanto tránsito y el paseo también fue en barco, pero lo que se ve a esta hora es muy distinto. Siguen habiendo cremaciones (fuimos hasta donde se realizan las cremaciones eléctricas), pero hay más gente bañándose y mucha gente lavando ropa (sin jabón, la cosa es a fuerza! a golpes contra los escalones!).


Varanasi es una ciudad con un significado muy importante para el hinduismo, la principal religión en la India. Todos los hindúes intenta visitar al menos una vez en su vida el Ganjes (para purificación) y muchos son cremados ahí. Muchos hablan del Ganjes como "donde van a morir los hindúes" y esperaba encontrarme con una cosa bastante mugrienta y difícil de digerir, pero me sorprendí. Primero que nada, si bien hay gente bañándose en el río, hay gente lavando ropa, están las cremaciones, no me dio asco. Tampoco tuve la impresión que tuvo mucha gente del grupo de que era todo un espectáculo montado con el cual se lucra. Es cierto, un montón de gente lucra con varias cosas, hay gente vendiendo, hay mendigos... pero eso es algo esperable de una sociedad tan pobre, se ve como una oportunidad. También está el tema de que ser cremado en ese lugar sale plata... pero eso no me sorprendió porque por lo poco que se del hinduismo no parece ser una religión muy de todos (capaz y seguramente estoy hablando por hablar porque se re poco de esto!).

Volver a India fue volver al dilema de la comida. Tener el desayuno incluido ayuda, pero evidentemente hay algo que cae mal... nos fuimos de Varanasi con la mitad del grupo con diarrea y todos habiendo comido adentro del hotel!

Kathmandu - Chitwan

Después de dejar nuestras valijas en el hotel de Delhi salimos rumbo a Nepal bastante más livianos. El aeropuerto de Delhi ya no es gran cosa, pero el aeropuerto de Kathmandú es muy similar a la terminal de ómnibus de Punta del Este: una construcción muy sencilla y chiquita de ladrillo, pero sin aire acondicionado y bastante más despoblada que la terminal en verano. El vuelo no estuvo tan mal, igual definitivamente Indian Airlines no es mi aerolínea preferida (una vez que ya habíamos liquidado los vuelos en esta aerolínea nos enteramos que tiene denuncias por falta de seguridad, zafamos!).


El hotel en el que nos alojamos en Kathmandu (Manang) queda en la zona de Thamel, lo que vendría a ser el distrito de “compras” de la ciudad, lo cual claramente a nadie le molestó mucho. Cuando llegamos al hotel nos recibió junto a la llave de nuestra habitación una cartita de la Minu diciendo que estaban en Kathmandú y se iban al día siguiente. Al rato de estar en el hotel, aparecieron la Minu, Mery y Guzmán! Toda una emoción! Estuve dando unas vueltas con ellos pero lamentablemente fue un ratito y ellos al día siguiente ya salían temprano para Delhi.

En Kathmandú se respira un aire distinto al de Delhi. Evidentemente no se trata de una ciudad en mejores condiciones que Delhi, ya que hay muchísima pobreza y gente viviendo en condiciones realmente inhumanas, pero el “humor” del nepalí es muy distinto al del indio. Es cierto que en la zona en la que anduvimos no había tanta gente durmiendo en la calle, sí un hacinamiento considerable y el transito es aún más incivilizado que en India (esto último requiere un comentario aparte). Por ejemplo, tienen serios problemas de energía por lo que todos los días hay cortes de luz de 4 horas: el hotel se quedaba sin ascensor, no andaba el aire acondicionado y era bastante difícil conseguir bebidas frías (ni hablemos de un heladito).

Para entender cualquier cosa de este país es imprescindible tener presente que políticamente es un país muy particular: recién lleva un año de democracia después de la caída de los reyes el año pasado. En muchos aspectos está recién aprendiendo de estas cosas, por ejemplo, hay 45 ministerios, un disparate para cualquier país y en particular para un país con las dimensiones espaciales y de población de Nepal.

Siguió haciendo calor, aunque un poco más tolerable que el de Delhi, temperaturas más bajas y sobre todo cuando caía la tarde refrescaba un poquito (como se extrañaba eso!).

La modalidad en Kathmandú fue de excursión mezclado con algún otro paseo nuestro, sobre todo ya que al estar en el grupo que se quedó más días en Nepal (un grupo se quedó 4 días y otro 6, nosotros estábamos en el último), tuvimos varios días libres. El primer día con la excursión visitamos un templo budista y un templo hindú. Fue muy interesante hacer estas visitas de corrido porque dio para comparar un poco y sacar algunas ideas más claras de estas religiones. El templo hindú resultó más accesible, las ceremonias las pudimos ver de cerca (incluso nos invitaron a “participar”), y si bien alrededor del mismo hay un mercado, no hay un montón de tipitos disfrazados de curas que te piden “one euro” por la foto. El templo hindú, fue bastante parecido a volver a Delhi, mucha gente “tirada”, mucha mugre (los monos bañándose en la basura del rio donde se llevan adelante las cremaciones, una escena nada agradable) y los tipitos disfrazados y pidiendo “one euro”. En Nepal hay un mayor porcentaje de budistas que en la India por los exilados Tibetanos, que igual son muchísimo menos que los hindúes. Capaz que esto explica algo de la diferencia en el aire que se respira en estos países.



El segundo día de visita guiada fuimos a Bhaktapur y Patan, las otras dos ciudades que quedan en el valle de Kathmandú (que está a 1.300 metros sobre el nivel del mar). El calor no ayudó a hacer las visitas amenas y el día se hizo bastante denso (al punto que pedimos para volver antes al hotel).



Nuestro primer paseo por fuera de la excursión fue a hacer rafting. El trayecto hasta el lugar desde donde salíamos fue todo un viaje, por eso que decía del tránsito nepalí (las rutas son 1.000 veces peores que la ciudad). Inicialmente acepté ir después de escuchar varias veces “nadie se cae Ceci”. Cuando llegamos se formaron los equipos (quedamos con Jose, Santi, Aga, Ceci, Sol y Vero) y nos empezaron a advertir qué hacer si nos caíamos y como evitarlo... acá desapareció lo gracioso del asunto y me entré a asustar! Cada “barca” tenía un guía que era de alguna manera el “timón” y nos decía “forward”, “faster, faster”, “stop”… pocas veces en mi vida había tenido tanto miedo… mirándolo desde ahora era bastante irracional, pero bueno eso es lo que tiene el miedo. Por suerte nuestra barca no se dio vuelta y nunca perdimos ningún integrante, igual, fueron una hora y media muy agotadoras. En el punto de llegada nos esperaban con el almuerzo: ensalada con atún y unos panes que no estaban nada mal. Después emprendimos el viaje de vuelta, ahí si nos podríamos haber muerto perfectamente (mucho más riesgoso que el rafting).

Cuando volvimos a Kathmandú de hacer rafting nos aprontamos para ir a pasar la noche y ver el amanecer en Nagarcot, una montaña a las afueras de la ciudad. De nuevo, el camino fue casi casi suicida, una “ruta” muy angosta, en subida y al borde del precipicio. El hotel donde nos quedamos estaba prolijo y el amanecer fue muy lindo, aunque la falta de visibilidad no nos dejo ver todo lo que había para ver.


El segundo paseo que nos procuramos nosotros fue ir a Chitwan, una reserva natural ubicada en una zona selvática. No era muy lejos de Kathmandú, unos 200 kms, pero el viaje llevó casi 6 horas, en un bondi sin aire acondicionado y en el que no había lugar para todos. Cuando fuimos a subir al bondi, el tipo de la agencia en la que habíamos contratado el paseo nos dice “no hay lugar para todos, algunos tienen que ir en el techo”, si si en el techo! Los nepalíes suelen ir en el techo, pero obviamente nos negamos, seis horas en el techo al rayo del sol era una locura, así que algunos (los últimos en anotarse) fueron en ómnibus local. Por suerte dormí buena parte del viaje porque fue todo subidas y bajadas al borde del precipicio en rutas angostas que cada vez que venía algo de frente temblabas pensando cual marcharía para abajo. Cuando llegamos hacía MUCHO calor, pero MUCHO calor (vean la foto de la vela derretida por favor!). El hotel consistía de unas cabañas muy precarias, sin aire acondicionado y que tenían mosquitero en la cama (por algo estaba así que lo usamos como correspondía). Tenían ventiladores pero que se cortaban junto con la luz. En este caso todo lo eléctrico funcionaba a generador que se apagaba de noche… así que la dormida estuvo bien linda se podrán imaginar. Ni bien llegamos algunos se fueron a pasear en canoa (viendo mi experiencia en el rafting preferí obviar esta actividad) y después se bañaron con los elefantes (el baño duró hasta que llegaron los cocodrilos). De noche tuvimos un espectáculo de danzas tradicionales de los nepalíes que estuvo muy divertido. Al día siguiente nos levantamos temprano para el paseo en elefante. Los animalitos están bastante maltratados por lo que dan un poco de lástima, pero después nos explicaron que en realidad ellos viven en un lugar en el que no hay pasto por lo que les encanta el paseo (cada dos minutos paran a comer!). El paseo en elefante incluyó rinocerontes, siervos, muchas arañitas, problemas intestinales de algunos elefantes y un considerable enojo del elefante que nos estaba llevando… de lo más entretenido.







Como decía el transito en Nepal requiere un comentario aparte. El transito es fundamentalmente de motos, bicicletas, minivans y ómnibus. Hay algunos autos pero la mayoría son comerciales. La principal señal para manejar es la bocina: todo se indica con la bocina. Es increíblemente insoportable y muy difícil de creer que la gente pueda vivir así. En la ciudad es una gran masa de vehículos y peatones que circulan por la calle (no hay veredas). Las rutas son todas muy angostas y entre montañas y circulan principalmente ómnibus y camiones… les dejo un video representativo.