El trayecto San Petersburgo-Moscú fue mortal. Más de 14 horas en un ómnibus muy incómodo, de asientos poco reclinables y con poco espacio para las patas (después de hacer un testeo de los ómnibus para trayectos largos indios, nepalíes y rusos, puedo decir que los Copsa no están nada mal jeje). En el trayecto miramos unos dibujitos rusos estilo Tom y Jerry pero con una liebre y un lobo, muy sangrientos (más del estilo de los dibujitos de los Simpson) y violentos, y después para amenizar nos pusieron una película un poco más entretenida. Sin extenderme en nada vinculado al tema, les cuento que los problemas por el auto alquilado y la camioneta siguieron en Moscú, perdimos mucho tiempo haciendo llamadas, pero de a poco se fue encaminando.
La Plaza Roja es increíble, inmensa y preciosa, de día y de noche, pero fundamentalmente ni bien cae el sol. No esperaba encontrarme algo así (pese a los cuentos de Tata y Yaya). El encanto es la plaza misma y los edificios que la encierran. Su historia la hace muy interesante y pensar en lo qué vivió y significó un cambio político y social tan radical para Rusia y para el mundo.
Visitamos el Kremlim con los edificios de gobierno y sus iglesias. Estas últimas eran todas con las clásicas cebollitas, eran iglesias y capillas privadas de los zares y son muy exuberantes y cargadas de oro, en ellas están enterrados buena parte de los zares y las zarinas (todas las iglesias están llenas de tumbas!).
El subte de Moscú es un mundo aparte, fascinante. Dedicamos una tarde lluviosa a recorrer muchas estaciones. Todas tienen algo bueno. Aparentemente desde los primeros años comunistas se remodelaron y se fueron arreglando y decorando todas porque el subte es para el pueblo, y el pueblo tiene derecho a tanto glamur como los zares. Hay muchas estaciones con motivos bélicos como era de esperar, otras muy “finas” y otras muy modernas. Realmente todas las estaciones de metro que vi hasta ahora no le llegan ni a los talones a las estaciones rusas.
Todavía se notan las consecuencias de la explosión por la apertura al mundo y la transformación capitalista en la década del noventa, pero no se nota un intento de tapar la historia comunista. Los símbolos siguen ahí, los monumentos también, Lenin sigue congeladito en la plaza roja e incluso muchos aspectos del régimen se defienden con orgullo. Realmente es increíble haber visitado un país que probó un modelo socio-económico radicalmente diferente al dominante y que estuvo aislado del resto del mundo durante tanto tiempo, igual me hubiera gustado disfrutarlo un poco más (y bue, habrá que volver jeje).
La vuelta a Finlandia por suerte fue en tren desde Moscú (un viaje de 12 horas). Los camarotes eran chiquitos (las camas más chiquitas que las del camarote del barco) pero todo implicaba una mejoría respecto a los ómnibus que nos trajeron. La noche empezó con el festejo del cumple de Ceci, que fue una fiesta apretada y más bien linean (a lo largo del corredor del vagón) y tuvo como protagonista a la rusa a cargo del vagón que hizo sus mejores intentos para mandarnos a dormir (sin mayores frutos). Después dormimos un rato y nos despertó nuestra amiga la rusa para decirnos, mediantes señas, que fuéramos a lavarnos la cara porque estábamos por llegar al puesto fronterizo e iban a subir los funcionarios de migración rusos a pedirnos pasaportes. Nadie se levantó y la próxima vez nos despertaron los funcionarios rusos que seguramente se divirtieron con nuestras caras de dormidos y nuestros pijamas. Después subieron los finlandeses que se divirtieron otro rato y seguimos viaje.
En el camping de Helsinki ese mismo día nos rencontramos con Andre y Nacho. Los extrañamos y sobre todo fue muy difícil tratar de entre todos arreglar el relajo que se había armado con la camioneta sin estar todos juntos. Igual me quedo contenta porque lo supimos llevar y la camioneta salió golpeada pero fortalecida. Almorzamos en Mc Donalds todos juntos, aprovechamos a mandar mails y nos preparamos para la asamblea con la generación (por nuestro tema y por las otras camionetas que nunca recibieron sus camionetas). Cambió la suerte: nos avisaron que al día siguiente llegaba a Helsinki la Senic en reposición de la que quedó chocada en Inglaterra, también nos avisaron que nos entregaban nuestra tan ansiada Trafic el 3 de setiembre en Berlín y nos enteramos que con el auto alquilado no podíamos ir a Europa del Este por el seguro (al principio fue un bajón porque nos perdíamos esa parte de Europa o los integrantes de la camioneta nos repartíamos en otras camionetas para seguir) y decidimos ir a Noruega que nos había quedado pendiente (en general solo la gente que no va a Rusia fue a Noruega). Al fin salió algo bueno de todo este relajo… el cambio de itinerario realmente valió la pena!
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