miércoles, 28 de octubre de 2009

San Petersburgo

Después de muchas horas de viaje, varias horas en la frontera (no son fáciles los rusos), llegamos a la ansiada noche en hotel en San Petersburgo (a esa altura ya estábamos todos hablando de la colchón no inflable que íbamos a tener, la ducha con agua caliente ilimitada y obviamente del desayuno de la mañana. La llegada a Rusia, y toda la estadía, se vio empañada por los problemas con los autos alquilados y con la camioneta que nunca nos entregaron. Ni bien entramos en el hotel nos avisaron que había llamado Martha (quien está a cargo, pero no está a cargo, de la rifa en Montevideo) para avisar que Cachi estaba requerido por la interpol porque no había devuelto el auto alquilado que teníamos desde el choque a la salida de Londres. Chan… ahí empezaron las llamadas, Renault, la aseguradora, Assist Card, Martha… Todo fue cayendo en su lugar, pero no sin muchos problemas, discusiones, puteadas, reclamos y muchas horas perdidas encerrados en el hotel o en algún Mc Donalds o Sbarro con internet gratis… el relajo siguió en Moscú y no terminó hasta la vuelta a Finlandia (terminó por decirlo de alguna manera, todavía hoy en noviembre quedan cosas por resolver).

Más allá de los problemas, la visita a Rusia valió la pena, aunque nos quedó pendiente disfrutarlo un poco más y mirarlo sin todos los problemas que había en el medio y las pocas horas de sueño que teníamos arriba por todas las noches que pasamos escribiendo mails, peleándonos con alguien y haciendo llamadas (la diferencia horaria dificultó mucho la comunicación con Montevideo).

Los rusos son toscos, las rusas preciosas, pero los rusos dejan mucho que desear. Hablan poco inglés y no son amables, pero no por no ser amables, sino porque son así, no hay introducción de “hola, qué tal?” cuando van a hablar y difícilmente escuchas algo parecido a “de nada”.

En Rusia todo es grande, o mejor dicho inmenso, las plazas, las avenidas (no intenten cruzar sin semáforo, ya probamos), los edificios, el hotel (entre el ascensor y nuestra habitación en el hotel teníamos 260 pasos). Todo enorme, sin duda piensan en otras dimensiones que las que conocemos, en dimensiones de imperio. Esto se repite en todo lo que tiene historia de zares y todo lo construido durante los gobiernos comunistas después de la revolución.

Rusia es un país bélico, su historia lo hace bélico. Todo está vinculado a alguna guerra, a Napoleón, a los Alemanes (no se habla de la segunda guerra mundial, sino de la guerra con los alemanes) o a la amenaza permanente durante la guerra fría en el siglo pasado. Todos los rusos tienen alguien que murió en la guerra contra los alemanes (combatientes o civiles víctimas de la invasión alemana), eternos héroes, a quienes dedican miles de memoriales, fechas y desfiles militares. La guerra y sus consecuencias son tema cotidiano. Los militares (o policías, no se nota mucho la diferencia primera vista) son comunes en las calles, las decoraciones, los edificios y los monumentos bélicos son moneda corriente y no distorsiona, es algo que se digiere con naturalidad por la historia misma.

Un detalle pintoresco. Una pareja cuando se casa, hace una especie de sesión de fotos con familiares y amigos en algunos monumentos lindos de la ciudad, y recién después viene la fiesta. Le da un toque muy particular al paisaje urbano.

San Petersburgo no se queda atrás con ninguna de estas cosas. Todo es enorme y hay muchos monumentos a los caídos en las guerras o las victorias. Esta ciudad incluso cause una sensación mayor de lo “bélica” de la sociedad rusa. Fue invadida por Napoleón, pero resistió. Estuvo sitiada por tres inviernos en los que la ciudad se desabasteció de alimentos y agua, mucha gente vivió esos inviernos en el metro de la ciudad y se dice que las ratas se fueron en busca de comida y calor a las trincheras alemanas. Pero resistió y, ayudada y no a la vez, por los inviernos más duros de la historia de la ciudad, venció a los alemanes. Todo esto es orgullo de la ciudad y es presente. El metro de San Petersburgo es el más profundo del mundo (las escaleras mecánicas son increíblemente laaaaargas!) y hay dos estaciones que tienen unas pesadas puertas de hierro entre los trenes y los corredores, que están preparadas como bunkers nucleares y regularmente son abastecidas con comida para miles de personas (me queda la duda de que esto sea una especie de leyenda urbana). El nombre de la ciudad ha variado a gusto de gobernantes. Su nombre inicial y actual, San Petersburgo, hace referencia al zar que fundó la ciudad a imagen y semejanza de la Europa occidental (Pedro). Posteriormente, tras la muerte de Lenin, se la denominó Leningrado, pese a que el mismo no tenía mayor afinidad con la ciudad (incluso se dice que prefería varias otras antes que esta).



El primer día que paseamos por la ciudad, era domingo (de verano), y contando por arriba vimos unas 20 parejas de recién casados sacándose fotos por todos lados. Nos divertimos un buen rato con el tema, incluso más de uno de facultad se posicionó con los fotógrafos de la pareja para sacarles fotos.


En el par de días que estuvimos en la ciudad tratamos de visitar bastantes cosas y también de caminar la ciudad, aunque el tiempo no nos ayudó mucho (igual volver mojados a un hotel no molesta tanto como volver mojados al camping). Visitamos el Hermitage con los pomposos interiores de los palacios de los zares y una importante colección de pintores impresionistas y modernos, algunas iglesias con las clásicas cebollitas por cúpulas de la iglesia cristiana ortodoxa rusa y un memorial a los caídos en la guerra contra Alemania.

Pese a que esta etapa fue de extrañar porque nos separamos del resto de la camioneta en Estocolmo, también fue de reencuentro con buena parte de la generación. Algo muy divertido teniendo en cuenta que no estábamos todos juntos armando lio en el mismo hotel desde India. Si bien Rusia no fue el mejor lugar para haber tenido todos los problemas que tuvimos con la camioneta porque era muy difícil compensar el tiempo perdido, sí lo fue porque tuvimos mucho apoyo del resto y en estos momentos se nota que en este viaje no solo se conoce gente sino que también se hacen muy buenos amigos.






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