miércoles, 18 de noviembre de 2009

Berlín

Llegamos a Berlín agotados del rápido pasaje por Noruega pero felices, por lo que habíamos vivido en los últimos días y por lo que nos esperaba en Berlín, algo así como un hogar, bastante raro y bastante superpoblado (la vez que fuimos menos éramos 14) pero un hogar al fin. La visita a Berlín estuvo marcada por una sorpresa nada menor: Rodrigo y Silvia vinieron de visita! Sorpresa para Nacho que no tenía ni idea que su hermano estaba en camino pero no para mí que sabía hacía varios meses y estuve a cargo de llevarlo al lugar de encuentro.

En las rutas noruegas la cámara de Nacho sufrió un accidente y su pantalla dejo de funcionar, después de algún intento de arreglarla decidimos comprar una nueva. El primer día en Berlín después de dar algunas vueltas con todos, de tardecita íbamos a “comprar la cámara nueva”. Antes le pedí a Nacho que me acompañara a una tienda que me habían recomendado que no sabía muy bien cómo se llamaba ni qué vendía y quedaba abajo de la antena de Alexanderplatz. Esa parte del cuento funcionó bien y llegamos al punto de encuentro pero nos demoramos un poco y llegamos más tarde de la hora que habíamos quedado. Después de dar unas vueltas (yo ya estaba pensando en decirle a Nacho que me sentía mal y me tenía que sentar un rato ahí) aparecieron Rodrigo y Silvia que estaban intentando llamarnos a algún lado desde un locutorio. El encuentro estuvo de lo más emocionante.

En Berlín definitivamente hay mucho para hacer. Es una ciudad llena de historia, marcada por la segunda guerra mundial y las persecuciones de los nazis, y la división de la ciudad posterior a la guerra que se materializó en el muro de Berlín y sus víctimas. Edificios que delatan las consecuencias de la guerra, puntos icónicos como el edificio del parlamento (el Bundestag), la puerta de Brademburgo, el museo judío y el memorial a las víctimas del holocausto. Los restos de muro, las placas conmemorativas a las personas que murieron intentando cruzarlo y el Check Point Charlie. Además la guerra y los años posteriores dejaron espacio para un montón de nuevos edificios y eso también la hace muy interesante en términos arquitectónicos (siendo ejemplo la nueva cúpula del parlamento). De día en general fuimos para todos lados con Rodrigo y Silvia que nos hicieron de guías experimentados ya que era su segunda visita a Berlín, caminamos un montón y un día alquilamos bicicletas para terminar de recorrer algunos puntos que quedaban más alejados. Ese día aprovechamos para variar un poco y visitamos el zoológico que está muy bien para estar metido en el medio de la ciudad.

Es muy impresionante pisar todos esos lugares sin duda importantes para la historia de Alemania pero también para la historia del mundo. De alguna manera representan momentos que cambiaron el rumbo de las cosas para siempre y por lo tanto los resultados, lo que hoy nos toca vivir. Igual esta primera visita a Berlín me dejó con la sensación de que mucha gente tiene una visión muy simplificada de la historia, cuando ésta en realidad es compleja y difícilmente simplificable. Hubieron muchas víctimas del nazismo, muchas en Berlín y muchas no, y no creo que para entender lo que sucedió después de la segunda guerra baste con hacerse una idea de quiénes son los malos y quiénes son los buenos.






La vida de camping es divertida, pero más que de vez en cuando se hace necesario un poco de estabilidad y de hogar. Como íbamos a estar varias noches en Berlín alquilamos un apartamento con algunas de las chicas, Fede y Willy. El apartamento estaba muy bien ubicado, estaba puesto para 8 personas pero era enorme… declaramos que íbamos a ser 6 personas, la primer noche fuimos 16, las siguientes fuimos 14 o 15 y se sumaron en algunas ocasiones algunos visitantes nocturnos por si éramos pocos jeje. Si bien estuvimos poco en el apartamento porque anduvimos mucho con Rodrigo y Silvia era muy lindo llegar a “casa” después de un día de muchas actividades a encontrarnos con todos. No faltaron las largas charlas, la inundación de colchones inflables, una importante cantidad de cosas en cualquier lado, la cola para la ducha, los lavados de ropa con un secador muy inútil que terminaba con la ropa colgada por todos lados… Si bien Berlín es una ciudad muy linda y que me gustó mucho, no cabe duda que nuestra “casa” aportó a la percepción que me llevé de la ciudad.


Berlín resultó ser una ciudad mucho más amigable de lo que la imaginaba. Y además tiene una amplitud que no tienen otras ciudades europeas que da mucho aire y hace que uno se sienta un poco menos comprimido, con las grandes avenidas y los parques espectaculares y abundantes. Un detalle que me llamó la atención, definitivamente los alemanes tienen algún tipo de trauma con la ausencia de playas: tienen muchas playitas artificiales llenas de barcitos que no tienen agua, básicamente son arena, reposeras, sombrillas y unos bolichitos muy pintorescos.

Berlín como torta también tuvo su frutilla. Después de un mes y medio de espera, muchas discusiones y muchos mal humores, el primer día de setiembre entregamos el auto que teníamos alquilado como segundo auto (con 7.000 kms nuevos, y según los chiquilines pronta para que se le funda al próximo que la usara) y a los dos días nos entregaron la tan ansiada Trafic!!! Sin duda esto significó un cambio muy importante en la dinámica de viaje y en el humor de todos (pese a estar bastante más apretados porque teníamos menos espacio para las valijas y todo el cargamento campamentista que teníamos). En el estreno con nacho nos toco ir a la tercera fila, no es la más cómoda pero sirve para dormir unas muy bien siestas.


Saliendo de Berlín, corriendo a la generación de atrás (porque obviamente la entrega de la Trafic no pudo haber sido sin un atraso de varias horas), de camino a Praga hicimos una parada en Postdam y otra en Dessau. Ambas paradas por motivos arquitectónicos: la torre Einstein y la Bauhaus respectivamente (esta última es un icono del diseño y la arquitectura).




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