Llegamos a Berlín agotados del rápido pasaje por Noruega pero felices, por lo que habíamos vivido en los últimos días y por lo que nos esperaba en Berlín, algo así como un hogar, bastante raro y bastante superpoblado (la vez que fuimos menos éramos 14) pero un hogar al fin. La visita a Berlín estuvo marcada por una sorpresa nada menor: Rodrigo y Silvia vinieron de visita! Sorpresa para Nacho que no tenía ni idea que su hermano estaba en camino pero no para mí que sabía hacía varios meses y estuve a cargo de llevarlo al lugar de encuentro.
En Berlín definitivamente hay mucho para hacer. Es una ciudad llena de historia, marcada por la segunda guerra mundial y las persecuciones de los nazis, y la división de la ciudad posterior a la guerra que se materializó en el muro de Berlín y sus víctimas. Edificios que delatan las consecuencias de la guerra, puntos icónicos como el edificio del parlamento (el Bundestag), la puerta de Brademburgo, el museo judío y el memorial a las víctimas del holocausto. Los restos de muro, las placas conmemorativas a las personas que murieron intentando cruzarlo y el Check Point Charlie. Además la guerra y los años posteriores dejaron espacio para un montón de nuevos edificios y eso también la hace muy interesante en términos arquitectónicos (siendo ejemplo la nueva cúpula del parlamento). De día en general fuimos para todos lados con Rodrigo y Silvia que nos hicieron de guías experimentados ya que era su segunda visita a Berlín, caminamos un montón y un día alquilamos bicicletas para terminar de recorrer algunos puntos que quedaban más alejados. Ese día aprovechamos para variar un poco y visitamos el zoológico que está muy bien para estar metido en el medio de la ciudad.
Berlín resultó ser una ciudad mucho más amigable de lo que la imaginaba. Y además tiene una amplitud que no tienen otras ciudades europeas que da mucho aire y hace que uno se sienta un poco menos comprimido, con las grandes avenidas y los parques espectaculares y abundantes. Un detalle que me llamó la atención, definitivamente los alemanes tienen algún tipo de trauma con la ausencia de playas: tienen muchas playitas artificiales llenas de barcitos que no tienen agua, básicamente son arena, reposeras, sombrillas y unos bolichitos muy pintorescos.
Berlín como torta también tuvo su frutilla. Después de un mes y medio de espera, muchas discusiones y muchos mal humores, el primer día de setiembre entregamos el auto que teníamos alquilado como segundo auto (con 7.000 kms nuevos, y según los chiquilines pronta para que se le funda al próximo que la usara) y a los dos días nos entregaron la tan ansiada Trafic!!! Sin duda esto significó un cambio muy importante en la dinámica de viaje y en el humor de todos (pese a estar bastante más apretados porque teníamos menos espacio para las valijas y todo el cargamento campamentista que teníamos). En el estreno con nacho nos toco ir a la tercera fila, no es la más cómoda pero sirve para dormir unas muy bien siestas.
Saliendo de Berlín, corriendo a la generación de atrás (porque obviamente la entrega de la Trafic no pudo haber sido sin un atraso de varias horas), de camino a Praga hicimos una parada en Postdam y otra en Dessau. Ambas paradas por motivos arquitectónicos: la torre Einstein y la Bauhaus respectivamente (esta última es un icono del diseño y la arquitectura).